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15-sep-2013 -- Decidimos ir de vacaciones a la ciudad de Puerto Maldonado, en el sur oriente peruano, manejando los 1650 km que la separan de Lima, en la costa central del Pacífico. Sería un viaje de ida y vuelta, por lo tanto 3300 km mínimo. Pero como si eso no fuera de por sí suficiente reto, quisimos añadirle algo más de emoción, incertidumbre y aventura (y varios kilómetros más) cazando las confluencias que estuvieran más próximas a la ruta, que sería la siguiente: Lima-Nazca-Chalhuanca-Abancay-Cusco-Puerto Maldonado.
Comparando los datos de Google Earth y el mapa vial del Perú, y sopesando cuestiones de tiempo, ubicación y “absurda exposición al riesgo”, finalmente decidimos que sólo podríamos alcanzar 3 confluencias. La primera, la 15S 75W, ubicada en pleno desierto costero a 527 msnm, es de fácil acceso y, por lo mismo, ya ha sido visitada varias veces. La segunda, la 14S 73W, está ubicada en los andes a 3766 msnm y la tercera, la 12S 69W, se encuentra en la llanura amazónica a 281 msnm. Estas dos últimas serían un reto sumamente interesante porque ambas son confluencias nunca antes visitadas, y entonces la ruta de llegada no ha sido descrita, con el añadido que serían las primeras que cazaría sin mi eterna compañera de cacería María Eugenia Viloria quien no podía viajar con nosotros en esta ocasión. Mi compañero de cacería esta vez sería mi nuevo compañero de vida: Lucas. He aquí el relato de cada cacería:
12S 69W (Madre de Dios):
Por las fotos satelitales supimos que la confluencia se encontraba a unos 800 metros de una estrecha carretera rural, en pleno bosque amazónico, y que a 1.5 km de ella había indicios de vida humana: dos pequeños lotes deforestados a ambos lados de la carretera. Entonces, en el mejor de los casos la aproximación sería a través de una selva con algún grado de intervención humana y en el peor, a través de una selva densa con todos los riesgos que ello implica. Mi experiencia en selva es casi nula por lo que tenía muchos temores y dudas acerca de lograr cazar esta confluencia. Lucas es ingeniero forestal y muchas veces se ha internado en bosques durante días, por lo que yo contaba ciegamente con su experiencia en esta ocasión.
Ya instalados en Puerto Maldonado desde el 13 de septiembre, escogimos el día 15 para la cacería. Partimos en auto a las 8 am continuando por la carretera Interoceánica que sigue hacia el norte en dirección a la frontera con Brasil. Luego de recorrer 62 km, al llegar al centro poblado de Alegría tomamos un desvío al noreste por el que debíamos rodar otros 22 km por una carretera afirmada hasta llegar al punto más cercano a la confluencia. El día anterior había llovido torrencialmente durante 5 horas y la carretera de tierra arcillosa mostraba muchos indicios de ello. Cuando encontramos una camioneta station wagon atascada en una pequeña hondonada llena de agua de lluvia que abarcada todo el ancho de la carretera, me preocupé. Mi auto no era una 4x4. Me imaginé a nosotros también atascados, lejos de cualquier auxilio, empujando el auto a puro pulso y enlodados hasta las rodillas. ¡Otro motivo de ansiedad! ¡Qué hacía yo exponiendo mi auto y a nosotros a estas circunstancias! Sin contar que todavía no enfrentábamos la parte más complicada: internarnos en el bosque. Por suerte Lucas afronta los contratiempos con serenidad y los resuelve uno por uno conforme se presentan, con la calma del patriarca que ya ha vivido muchas veces lo mismo y sabe que sólo es cuestión de repetir los procedimientos escritos en papiro desde tiempos ancestrales. Luego de 15 minutos de varios intentos fallidos logramos sacar la camioneta del lodo nosotros dos, el chofer y dos pobladores que aparecieron de la nada. Claro que eso, desde mi punto de vista, era sólo la mitad del problema. ¿Cómo haríamos para pasar nosotros mismos? ¿Y cuántos peligros similares deberíamos pasar? “Tranquila, a la vista se verá” era la frase que repetía Lucas cada vez que yo expresaba mi ansiedad. ¿El papiro es tan detallado? Pensaba yo.
Finalmente, a sugerencia de uno de los pobladores, sacamos el auto de la carretera siguiendo una huella apenas visible a través de un bosque recién incinerado que le iba a servir de chacra y así logramos bordear el lodazal. Rodamos sin nuevos problemas los últimos kilómetros y cuando llegamos al punto más próximo a la confluencia, nos encontramos con dos paredes de bosque altísimo a ambos lados de la carretera. La recepción satelital del GPS era perfecta hasta entonces, pero ¿por cuánto tiempo más sería así? No poder alcanzar la confluencia por falta de señal, era otro más de mis temores.
Parqueamos el auto a un lado de la carretera y bajamos a explorar. Teníamos que ingresar al bosque en dirección sur, así que recorrimos unos metros estudiando con cuidado cual sería el mejor lugar para hacerlo. Entonces sucedió algo mágico, de súbito vimos un gran agujero de 3 m de ancho entre los árboles, donde apenas se distinguían unas huellas de tractor que se internaban en el bosque. Era evidente que ningún vehículo había transitado por allí en meses. El bosque ya estaba reclamando su parte. ¿Pero qué era eso? ¿Una entrada a un terreno privado? Si es así, ¿por qué no habíamos visto ninguna parecida a lo largo de los 22 km que veníamos recorriendo? ¿A dónde nos llevaría? ¿Cómo es que está justo en el punto más cercano en línea recta a la confluencia? Mientras yo trataba de desentrañar estos misterios, Lucas ya estaba de regreso con el auto y lo dirigía a la entrada del agujero. ¡Horror! Por supuesto, antes de desaparecer entre los árboles me explicó que debía tratarse de una “estrada”, un camino abierto por recolectores de castaña que ingresan al bosque en vehículos de carga y se abren paso lo más posible hasta los árboles de castaña que se encuentran esparcidos por el bosque. Estos árboles son endémicos de esta región, logran una altura de 50 m y viven más de 500 de años, por todo ello, está prohibida su tala.
La idea de internar el auto por allí era alejarlo de la carretera principal y ocultarlo de los curiosos. Lo dejamos a unos 40 metros dentro de la estrada, ya que la vegetación estaba muy crecida y no permitía rodar más. Hora de caminar en la selva. Lucas iría adelante, abriendo camino. Pero antes de empezar, recibí de él instrucciones algo inquietantes: caminar a paso ligero detrás de él, lo más cerca posible y sin detenerme, pisar únicamente en sus huellas, no tocar ninguna rama ni árbol, si él era mordido por una serpiente, correr al auto y tratar de acercarlo lo más posible a él para poder evacuarlo… y por último la más importante: obedecer sin cuestionar cualquier nueva instrucción!
Y ahora sí, en marcha. La suerte jugó a nuestro favor, la estrada seguía hacia el sur, la dirección que necesitábamos. Me cuesta confesar que a pesar de considerarme “multitask” me resultó difícil cumplir con todas las indicaciones simultáneamente, ya que adicionalmente tenía que leer el GPS y tomar fotografías. La estrada no estaba totalmente invadida por el bosque, por lo tanto avanzamos muy rápidamente hasta encontrarnos a 300 m de la confluencia. A partir de allí tomamos unos pequeños senderos que partían de las estradas y que les servían a los recolectores para aproximarse a pie a los árboles de castaña. Era una red de senderos. Tendríamos que seguir alguno que nos acercara lo suficiente. El segundo sendero que probamos terminó en un gran árbol de castaña a tan sólo 70 m de la confluencia. No podíamos pedir más, era momento de dejar la relativa seguridad de los senderos.
Lucas sin dudar entró apartando ramas y plantas y saltando o rodeando troncos caídos y yo detrás seguía leyendo el GPS y avisándole cada 10 metros si es que habíamos desviado la dirección y hacia dónde ir. Por fin llegamos a 7 m de la confluencia y a partir de allí el avance fue muy lento, pero los últimos metros y la caza de los ceros perfectos lo fue aún más. Rodeados muy de cerca por árboles, ramas y plantas, ¡por fin logramos leer los ceros en el GPS! ¡Llegamos! ¡Qué gran alegría!! Pero no había tiempo que perder, tomamos las fotos y nos dispusimos inmediatamente a regresar, ya que oscurecía y temíamos que lloviera. Teníamos que salir cuanto antes del bosque, no podíamos abusar de nuestra suerte. Deshaciendo nuestros pasos lo más rápido y directo que podíamos, casi huimos de la confluencia. Una hora después, estábamos nuevamente en la carretera rodando felices y maravillados por tanta suerte. Contra todos mis temores pesimistas ¡lo logramos!
Todo salió mejor de lo planificado, no nos encontramos con serpientes, felinos o malhumoradas huanganas (Tayassu tajacu), ni con lluvia, aniegos o quebradas insalvables. Sólo vimos unos inocentes loros sobre su nido de palmera, una colonia de mariposas alimentándose y un grillo perezoso que pidió un aventón.
Ahora, mientras Lucas manejaba, yo por fin podía disfrutar del paisaje, ya sin la aprensión de la ida. La sonrisa no se me quitó durante todo el viaje de regreso a Puerto Maldonado, agradeciendo al bosque por su gentileza, a Lucas por seguirme en mis cacerías y a la fortuna por darme un espléndido compañero de vida.
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15-Sep-2013 -- We decided to go on vacations to southeastern Peru, to the city of Puerto Maldonado, driving along the 1650 km that separates it from Lima, in the central coast of the Pacific Ocean. A round trip will sum at least 3300 km. And as if this was not challenging enough, we wanted to add a little more of thrill, uncertainty and adventure (and several kilometers more) hunting the confluences next to the route. The route would be the following: Lima-Nazca-Chalhuanca-Abancay-Cuzco-Puerto Maldonado.
Comparing data from Google Earth and Peru’s road map, and assessing issues as time, location, and “ridiculous exposure to risk”, we finally decided that we could only reach 3 Confluences. The first one, 15S 75W, located in the middle of the coastal desert, is easy to reach and, therefore, it has been visited several times. The second one, 14S 73W, is located in the Andes at 3766 masl and the third, 12S 69W, is located in the Amazon basin at 281 masl. These last two would be a very interesting challenge because neither one had ever been visited, in addition to the fact that it will be the first time I will go hunting without my confluence hunting colleague María Eugenia Viloria –as she could not come with us on this trip. My hunting colleague this time would be my new life companion: Lucas. The accounts of each visit are the following:
S12W69 (Puerto Maldonado):
Continued from 14S 73W. The satellite images showed that the Confluence was located at 800 meters from a narrow rural unpaved road, in the middle of the Amazonian jungle, and there were signs of human life at 2 kilometers from it: two little deforested plots at both sides of the road. Then, in the best scenario, the approach would be through a jungle in some degree of human intervention and in the worst, through a thick jungle with all the risks included. I had zero experience in the jungle and had a lot of fears and doubts about reaching this Confluence. Lucas is a forestry engineer and he has experience surviving in the jungle for several days, so I was counting completely with his experience for this Confluence.
Already at the city of Puerto Maldonado since 13 September, we chose 15 September to go hunting. We departed at 8 am driving through the Interoceanic road to the North heading to the Brazilian border. After 62 km, we arrived to the village of Alegría and exited the road at a detour heading northeast. At kilometer 22 of this rural road was the closest point to the Confluence that could be reached by car. The day before, a 5-hour rain left the rural road full of puddles. When we found a station wagon stuck in a big puddle the width of the road, I got really worried.
My car was not an all-terrain 4x4 vehicle. I imagined us also stuck, far away from any help, pushing the car, muddy up to our knees. Another cause for anxiety! What was I thinking? Putting both of us and the car at risk! And we were not even at the most difficult part: entering the jungle. Fortunately, Lucas faces setbacks calmly and solves them one by one as they arise. He has the calm of a patriarch who has lived the same problem over and over and knows that it is just a matter of repeating the procedures written in papyrus rolls centuries ago. After 15 minutes of unsuccessful efforts we, the driver, and two locals who appeared out of nowhere, managed to free the car from the mud. Of course, from my point of view that was only half of the problem. Could we go through? And what other risks were still waiting for us? “Don’t worry, in view of the facts, we will see what to do”, were the words Lucas repeated every time I expressed my fears. Could the papyrus be so detailed? I wondered.
Finally, one local suggested getting our car out of the road following some hardly visible tracks through “his” recently incinerated land that would soon be used as an agriculture plot. That allowed us to bypass the puddle. We rode without problems the last kilometers and when we reached kilometer 22, we found two high walls of trees at each side of the road. The satellite reception of the GPS was still perfect, but for how long? Not being able to reach the Confluence by lack of GPS signal was another fear. We parked the car in the middle of the road and went off to explore. We should enter the jungle to the South, so we walked a little studying the best place to do it. Suddenly, we saw a 3 meters hole between the trees; we could barely see two tractor tracks disappearing into the jungle. It was obvious that no vehicle had passed through in months. The jungle was already claiming its territory. But, what was that? An entry to private property? In that case, why hadn’t we seen any other during the last 22 km? Where would it take us? How come it is located at this exact point and heading to the right direction we needed? My head was spinning trying to answer all these questions. Meanwhile, Lucas was already backing with the car and driving it to the entry of the hole. Oh, my God! Of course, before disappearing among the trees, he explained to me that it should be an “estrada”, a path opened by Brazil nut collectors entering the jungle with their cargo vehicles. The Brazil nut trees are endemic to this region and are famous for reaching highs above 50 m and live more than 500 years. For all this, its logging is forbidden.
The idea of entering the car on the estrada was to hide it from the main road. We left it at around 40 meters inside the estrada, as the plants were overgrown and the car could not go further. It was time to walk. Lucas would go on the front, opening up a trail. But before starting, I received from him some intriguing instructions: to briskly walk behind him, as close as possible, non-stop, only steeping on his tracks, to not touch any tree or branch, in case he was bitten by a snake, to run to the car and bring it as close as possible to him for an emergency evacuation, and finally, the most important: to obey without question any new instruction!
And now, let’s go. Luck played in our favor, the estrada headed to the South, the direction we needed. I must confess that despite considering myself a multitask kind of person, it turned out to be difficult for me to comply with all the instructions simultaneously, as I additionally had to read the GPS and take pictures. The estrada was not totally invaded by vegetation, so we could walk very quickly until arriving at 300 m of the Confluence. From there we took small trails radiating from the estradas that served the collectors to approach the Brazil nut trees. It was a network of trails! We should only follow the trail that would take us closer enough. The second we tried ended in a huge Brazil nut tree at only 70 m from the Confluence. We couldn’t ask for more, it was time to leave the relative safety of the trails. Lucas plunged into the forest, pushing away and dodging branches, and jumping or surrounding fallen trees, as I was behind him reading the GPS and telling him every 10 m if the direction was still correct and where to go. At last, we arrived at 7 m of the Confluence and thereafter the progress was extremely slow. Closely surrounded by trees, plants, and branches of all type, we finally could read the zeros on the GPS! We made it! What a blast!! But there was no time to lose. We took the photos and immediately set out to return, as it was getting dark and we feared the rain. We should leave the forest as soon as possible; we should not push our luck. Undoing our steps as fast and straight as we could, we almost escaped from the Confluence.
One hour later, we were once again on the dirt road riding happily and amazed by our luck. Against all my pessimistic fears we made it! Everything went better than planned: we didn’t find snakes, wild cats, or bad-tempered huanganas (Tayassu tajacu), and fortunately the rain, floods, or uncrossable streams didn’t stop us. We just saw a pair of innocent parrots over their nest of palm, a colony of butterflies feeding, and a lazy cricket who asked for a ride.
Then, as Lucas drove, I finally could enjoy the landscape, without the worries I had early that morning. A smile was on my face during the entire trip back to Puerto Maldonado, as I thanked the jungle for its kindness, Lucas for backing me up on my hunt of Confluences, and fortune for giving me a superb life companion.